sábado, 8 de enero de 2011

Soy Inmortal

El título de esta entrada, soy inmortal, llama la atención, pero realmente se puede aplicar a todo el mundo, sólo requiere un pequeño ejercicio de lógica como el que me ha llevado a mi a esta conclusión. Os voy a contar como ha sucedido. Últimamente pensaba más de lo normal en la muerte. No es que me obsesionara, simplemente me dio por ahí. Pensaba que la muerte es una putada, que trunca nuestra vida y que deja siempre muchas cosas por hacer. Realmente era esto lo que me preocupaba de la muerte, las cosas que dejaría sin haber tenido tiempo de hacer, estudiar física y astronomía, ejercer como fiscal, viajar a rincones de África y Asia que ni siquiera se que existen, conocer a mis nietos, o bisnietos, o tataranietos, en fin, mil cosas que en una sola vida no dan tiempo a hacer. Quizás la culpa es mía, dice mi mujer que soy demasiado inquieto, que siempre tengo proyectos y que siempre se me ocurre algo que tengo que hacer y que me busco obligaciones sin necesidad, pero es mi forma de vivir, necesito tener una meta, un objetivo para sentirme vivo. Luego empecé a analizar la situación un poco más racionalmente. Tenemos dos escenarios posibles tras la muerte, que exista una vida eterna o no. Si existe un Dios y nuestra alma inmortal va a gozar de una vida eterna después de abandonar esta vida terrenal, la muerte no importa, es solo un tránsito a una vida nueva en la que habrá nuevas cosas que hacer, nuevos objetivos que cumplir, nuevas metas que alcanzar, de modo que lo que hemos dejado aquí poco importará, a los familiares y amigos lo veremos cuando fallezcan y las cosas que nos hemos dejado sin hacer perderán su importancia frente a las nuevas que nos esperan. Por eso es más cómodo, y seguro para nuestra salud mental, creer en la existencia de Dios y de la vida después de la muerte. Pero queda la otra posibilidad, somos un conjunto de células, reguladas por reacciones bioquímicas y eléctricas y cuando morimos y se detienen corazón y pulmón dejamos de suministrar combustible a nuestras células y todo acaba. Punto. No hay nada más. Desaparecemos. Aquí sí podríamos sentir el miedo que comentaba al principio, el miedo a dejar cosas inacabadas, pero tampoco. Porque nunca sabremos que hemos muerto. Sólo podemos estar seguros de haber muerto después de haberse producido la muerte y si no hay nada después de esta vida no podremos ser conscientes de nuestra propia muerte con lo que tampoco seremos conscientes de lo que hemos dejado atrás, ya que mientras estemos vivos, tendremos la esperanza de que vamos a mejorar y tendremos la posibilidad de hacer aquello con lo que soñamos, aunque sea viejo y esté enfermos seguro que para el verano estoy un poco más recuperado y podemos hacer el viaje soñado, o si no es este año será el que viene. Sea como sea no nos enteraremos de nuestra muerte.
Por eso he dejado de preocuparme, porque he llegado a la conclusión de que, por lo que a mi respecta, mi muerte no existe, soy inmortal. Si hay vida después de la muerte, tengo un alma inmortal, y si no hay otra vida yo nunca sabré que he muerto, nunca conoceré mi muerte, por lo que, para mi, mi muerte no existe.
Este ejercicio de lógica es aplicable a todo el mundo, sólo requiere dos premisas, la primera el optimismo, ser capaz de pensar que cualquier situación grave, por mala y desesperada que sea, mejorará, pensar que hoy no es mi último día, que aunque esté muy enfermo seguro que mañana me encuentro un poco mejor y saber que hoy no voy a morir. La segunda es tener motivos para vivir, cada uno los suyos, tener objetivos que cumplir, metas que alcanzar, sueños por realizar, pueden ser tan grandes como hacer el viaje de tu vida o tan tontos como ver mañana el capítulo de tu telenovela favorita, pero tener un motivo para que llegue mañana y que tu sigas ahí.

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